En Colombia los grupos armados al margen de la ley no acataron las medidas de cuarentena y confinamiento por la pandemia. En varias regiones del país se recrudeció el accionar de los grupos ilegales, y en el Cauca las cifras fueron trágicamente contundentes.
El 29 de abril fue asesinado Álvaro Narváez Daza, líder comunal, junto con tres miembros de su familia, en la vereda El Vado, en el municipio de Mercaderes. Cuentan las comunidades que recientemente en la zona circularon panfletos de las “Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC)” y de la disidencia de las Farc conocida como la “Nueva Marquetalia”. Estos avisos generan pánico y zozobra en la población que no tiene otra que acatar lo que digan en esos pasquines. Cuando la comunidad no había terminado de enterrar a Narváez y su familia, otro hecho sacudió a la región: esta vez fue Uenseslao Guerrero de La Cruz, de 57 años y expresidente de otra Junta de Acción Comunal, asesinado en la vereda Curacas, corregimiento de San Joaquín, del mismo municipio.
En abril, las cifras para el Cauca fueron escalofriantes: del 17 al 24 de ese mes en la zona norte del departamento fueron asesinados Mario Chilhueso, de la Asociación de Trabajadores Campesinos y Pequeños Productores Agrícolas de Buenos Aires (ASTCAP) y Hugo de Jesús Giraldo, sobreviviente de la masacre del Naya y defensor de derechos humanos. También en la vereda Munchique asesinaron a Weimar Ararat, Humberto Solís y Armando Montaño.
Anuncios que siembran terror en medio de la pandemia
El 28 de abril circuló otra amenaza en el norte del Cauca, esta vez firmada por la “Red Urbana FARC EP Segunda Marquetalia” en donde amenazan, nuevamente, a los líderes sociales y comunidad de Buenos Aires, Honduras, Munchique y Palo Blanco, entre otras veredas. El temor a denunciar es latente. Estas zonas son corredores estratégicos para el tráfico ilegal, por lo que los grupos tienen una constante disputa. Las autoridades advierten que este tipo de panfletos buscan desviar las investigaciones y también dilatarlas. ¿Qué hacen las autoridades además de llevar más y más fuerza pública?
Lo que viene pasando en Cauca ha sido advertido en varias oportunidades. En Mercaderes, por ejemplo, en Alerta Temprana de la Defensoría del Pueblo en 2019: “El ELN con el Frente José María Becerra, la compañía Lucho Quintero y el Frente Manuel Vásquez Castaño, mantiene el control relativo en las zonas rurales y tiene una presencia activa en la zona centro y sur del Cauca, principalmente, en el sector montañoso de los municipios de El Tambo, Almaguer, Mercaderes, Florencia, Bolívar, Sucre, Balboa y Argelia, a través de milicianos que se encuentran en los centros poblados, logrando detentar el control de la economía ilegal de la coca (cultivo y tráfico) hacia el Pacífico”. Ese control lo vienen ejerciendo y en tiempos de pandemia es más evidente.
Ante la difícil situación en el Cauca, PAX se puso en contacto con Ana[1], una reconocida lideresa de las comunidades negras que hace parte de la Guardia Cimarrona[2]. Esta Guardia es conformada por miembros de los cinco Consejos Comunitarios de Buenos Aires, y – en medio del confinamiento – la Guardia sale para vigilar en los puestos de control territorial establecidos en la zona. Desde su municipio en el Cauca, Ana nos cuenta que “El COVID-19 ha servido para detectar el abandono del Estado, la falta de garantías y la grave vulneración de los derechos humanos a la que nos enfrentamos cada día, que a pesar de que hay ejército y policía por todos lados, los grupos armados se han incrementado y siguen mandando en el territorio”.
“Somos un ejército ejemplar que velamos por la seguridad de sus pobladores. En este momento de la pandemia hacemos un control sanitario, pero además garantizamos que no lleguen foráneos a nuestro territorio o conocidos provenientes de las grandes ciudades que puedan venir infectados con el virus. Hasta hoy no hay ningún caso de Covid-19 en nuestro municipio”, explicó Ana.
Con la incertidumbre que trae la pandemia y el aumento de las agresiones contra los líderes y lideresas sociales en Cauca, Ana también debe cargar con el peso que trae consigo el ser líder social. En una zona rural y para “garantizar” que los enemigos de la paz atenten contra su vida, debe desplazarse en carro blindado y estar acompañada de un esquema de protección. Y aunque estas medidas son importantes, se debe acabar principalmente con la estigmatización que queda de presente en cada panfleto que sale a la luz.
Se siente el dolor y el agobio por los líderes y comunidades del Cauca. Se siente que las iniciativas no son suficientes para desmantelar una violencia estructural como la que padecen los indígenas, los afrocolombianos y los campesinos en esta región, bañada por una riqueza natural incalculable.
En medio del confinamiento por la pandemia mundial, a los perseguidos liderazgos no les arrebatan la dignidad. Como movimiento internacional de paz, PAX hace un llamado para continuar la articulación de esfuerzos de protección a los líderes, lideresas y defensores de derechos humanos, acompañando las luchas comunitarias, que no se rinden y, por el contrario, nos dan una lección de fuerza moral y resistencia.
[1] Nombre cambiado por razones de seguridad
[2] La idea nace del Primer Congreso Nacional del Pueblo Negro, Afrocolombiano, Raizal y Palenquero, que se realizó en 2013 en Quibdó, Chocó, inspirándose en las luchas de la Guardia Cimarrona de San Basilio de Palenque. La Guardia Cimarrona del Norte del Cauca es un proceso departamental organizado en los diversos Consejos Comunitarios de la región, con el apoyo del Proceso de Comunidades Negras y la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca. Los miembros de la Guardia enfrentan el constante reto de interactuar con distintos tipos de actores armados, en particular dedicados a la minería ilegal, por medio del dialogo y la resolución pacífica de conflictos.