No es un camino de rosas el que le espera a la Justicia Especial para la Paz.
Por: Jairo Gómez
Los detractores de la Justicia Especial para la Paz siguen respirándole en la nuca y buscarán de muchas formas obstaculizar su funcionamiento, y las decisiones que tomen los magistrados serán cuestionadas. Colombia es un país ensimismado y su clase dirigente es peor. No quiere que se le investigue su pasado y se devele la gran responsabilidad que ha tenido en este conflicto de más de cinco décadas. Por ello, cada fallo o sentencia, cada decisión que publique la JEP, será cuestionada, para lo cual contarán con una caja de resonancia poderosa: los grandes medios de comunicación.
Para contrarrestar lo anterior, es clave que la JEP fortalezca su relación con las víctimas y les de la importancia que en muchos casos el Congreso les quiso negar. Ellas, y así reposa en el Acuerdo Final, fueron el centro de la negociación en La Habana, por tanto tienen todo el derecho de reclamar justicia y, sobre todo, verdad y reparación para que los hechos aciagos por los que tuvieron que pasar, no se repitan. En las víctimas reposa la fortaleza de la JEP pues la comunidad internacional estará pendiente de qué tanto reconocen los actores directos e indirectos del conflicto su responsabilidad en una guerra que vamos camino a superar.
Los magistrados de la JEP tendrán, por primera vez, que pasar por el cedazo del Congreso pues allí deberán defender la técnica procesal que les dará instrumentos para su funcionamiento. Serán oídos por los congresistas a través de su proyecto de ley, quienes, en muchos casos, votaron a favor de clavarles unas inhabilidades extemporáneas sin justificación constitucional alguna.
La rama de la JEP, sus magistrados y todos sus empleados, tendrán que enfrentar una complicada realidad institucional dada por la inexorable relación con la Corte Constitucional y la Fiscalía General de la Nación. Serán constantes y frecuentes las controversias que se van a generar y, por supuesto, la puja por definir competencias no solo funcionales si no conceptuales ocupará los titulares de los medios de comunicación.
Es posible que, para los magistrados de la JEP, el problema más complicado a resolver sea, de entrada, ejercer tareas cuando sobre los escritorios se encuentren con cerca de dos mil casos de militares que ya se acogieron a la JEP y que esperan que esta institución comience con celeridad a darle trámite a los mismos. Igual ocurre con los exguerrilleros que se acogieron al Acuerdo Final e hicieron dejación de las armas. El problema no se hará más simple cuando los anteriores postulados –militares y guerrilleros- comiencen a contar, cada uno por su lado, la verdad, y en desarrollo de esa confesión comiencen a comprometer aforados, empresarios y agentes del Estado no militares en la vorágine de sangre en que se convirtió el conflicto armado en el país. Ardua tarea les espera a los señores magistrados.
Según lo anunció el Presidente Juan Manuel Santos, el próximo 15 de marzo la Justicia Especial para la Paz comenzará a atender al público, mientras la Corte Constitucional, por allá a mediados de año 2018, responderá por las demandas de inconstitucionalidad del mal concebido régimen de inhabilidades. El sentido común le augura una derrota a quienes pretendieron previamente enlodar el profesionalismo y la honestidad de los más de 70 funcionarios que tendrán la responsabilidad de esclarecer los hechos que provocaron esta guerra que nunca debió ocurrir para bien la sociedad colombiana y de las futuras generaciones.
Hagamos hincapié en que es sumamente importante el contexto electoral que tendrán que afrontar los funcionarios de la nueva Justicia Especial para la Paz, pues ellos y ellas no escaparán a los ataques de sectores políticos que, en la práctica, representaron el No en el plebiscito y que hacen constantes llamados a desconocer cualquier decisión de la JEP. Serán el blanco de ataques y controversias desde los partidos de la oposición, que buscarán con ello lograr algún rédito electoral. Será, así, un primer semestre áspero, pero al mismo tiempo alentador toda vez que los sectores del Sí encontrarán allí el escenario ideal para que Colombia empiece a cerrar sus heridas.